Podcast "Padre Nuestro, Hijo Mío" - Capítulo 7: "Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Camila Musci)
Padre Nuestro que versa "Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden".
Camila Musci Ferrari es una laica de la diócesis de
Buenos Aires, tiene 22 años y es estudiante de Bioquímica por la Universidad de
Buenos Aires. Pertenece a la Acción Católica Argentina, prestando su servicio
en la parroquia Nuestra Señora de Caacupé, del barrio de Caballito. También
forma parte de la Juventud Femenina de Shoenstatt, donde realizó su Alianza de
Amor en el año 2021.
A continuación, presentamos la transcripción del episodio, que se encuentra disponible en Spotify.
Clic para escuchar el episodio
Capítulo 7: "Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden"
¡Hola! Soy Cami y hoy voy a hablar un poco del perdón
y hacer una reflexión sobre esta parte del Padrenuestro.
Creo que el perdón es super importante. Jesús nos
enseña a perdonar siempre, nos enseña que amar es perdonar. Él mismo en la cruz
dice "Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen". Que lindo
poder aprender de un amor así.
En el Padrenuestro, la oración que Jesús nos enseñó,
rezamos: “Perdona nuestras ofensas” Es un pedido. Un pedido que nace desde
nuestra pequeñez. Dios, Señor, Creador, Todopoderoso, pero también Padre, Papá;
perdóname, porque soy débil, soy frágil, soy humana y me caigo, me cuesta caminar;
creo que la tengo clara y meto la pata, a veces, sin darme cuenta y a veces,
aún sabiendo lo que hago. Dios, Padre, Vos no tenés por qué perdonarme, Vos no
necesitás perdonarme, pero igual lo hacés porque me amás. Y el que ama,
perdona, porque el perdón une, el perdón es reencuentro, es ese abrazo entre el
padre misericordioso y el hijo pródigo, que no importa cuantas veces se alejó,
cuantas veces se equivocó. El Padre lo espera siempre con los brazos abiertos,
porque su mayor alegría es que vuelva a ahí, a su abrazo.
El Papa Francisco dice: Dios no se cansa de perdonar.
Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón.
A veces nos da tanta vergüenza. A veces nos sentimos
tan chiquititos, que nos da vergüenza acercarnos a Dios y decirle: “me
equivoqué, otra vez, estoy acá en el mismo lugar”. Nos cuesta creer en ese
perdón, porque nos cuesta perdonarnos y porque nos cuesta amarnos. A veces nos
sentimos como en la canción que dice: “Madre no quisiera que Jesús me viera
así, oh Jesús yo quise ser perfecto para ti”.
Pero el amor de Dios es perfecto, el amor de Dios es
infinito. Él nos conoce, aún más que lo que nosotros nos conocemos y Él nos ama
así. Nos ama, nos espera, y nos perdona siempre.
Hay una frase de Santa Teresita que me gusta mucho que
dice: “Lo que agrada a Dios de mi pequeña alma, es que ame mi pequeñez y mi
pobreza. Es la esperanza ciega, que tengo en su Misericordia”. Al saberme
pequeña, le doy lugar a la misericordia de Dios, le doy lugar a la locura de su
amor. Un amor que se entrega por mí, que me ama hasta el extremo, y me ama aún
con mi humanidad. Mi miseria me revela esa locura de Dios. Y ese amor me invita
a hacer lo mismo, claro, como podemos, pero me invita a amar así, a perdonar
así, a mí misma y a los demás. A mí misma porque a veces es lo que más cuesta.
Y a los demás, así como Él lo hace como nosotros.
Y así es como sigue la oración: “como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden”. Cuánto nos cuesta a veces. Cuánto nos cuesta cuando nos sentimos
heridos, cuando las personas que amamos nos lastiman, a veces incluso sin darse
cuenta. Pero el perdón nos sana. El perdón nos libera. Cuando podemos
finalmente perdonar, encontramos paz.
Hay perdones que tardan más que otros, cada uno tiene
sus procesos. Lo lindo está en querer hacerlo, aunque en este momento no me
salga, aunque todavía no pueda. Dios nos va a ir ayudando, paso a paso.
Hay historias muy lindas y fuertes sobre personas que
perdonaron cosas muy feas que les hicieron. Esas personas pudieron
transparentar el amor y el perdón de Dios. Ellas son testimonio para los que
queremos intentar vivir así, aunque no les lleguemos ni a los talones. Un
ejemplo muy lindo es el de San Juan Pablo II, que perdonó a la persona que
intentó matarlo, a la persona que le disparó. Cuando vemos eso nos puede
parecer imposible ¿Cómo hizo para perdonarlo? ¿Es posible perdonar algo así?
Para Dios nada es imposible. Y aunque nosotros seamos pequeños, Él nos da la
fuerza. Y si hay algo de lo que estoy segura es que seguir a Jesús vale la pena.
Mejor dicho, vale la alegría. Caminar de su mano nos plenifica. Y Él le dijo a
Pedro que 70 veces 7 había que perdonar. Que perdonemos siempre. Es difícil.
Pero no estamos solos.
Pidámosle a Jesús que nos enseñe a perdonar. Que
podamos perdonar eso que nos duele, eso que a veces también nos traba. Si es
perdonarme a mí mismo a veces, o es perdonar a otro. Que Él nos regale la
capacidad de dar ese perdón que nos sana y que nos une.
Ahora te invito a rezar con una canción que se llama
antes de caer. Tomate un ratito para pensar qué es lo que querés perdonar, por
qué querés pedir perdón, que abrazo necesitas.
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