Podcast "Padre Nuestro, Hijo Mío" - Capítulo 9: "Libranos del mal" (Melina Alice)
nuestras manos, sino más bien ejercitando nuestro poder de hacer el bien con la voluntad de Dios.
Melina Alice tiene 29 años. Es mamá y docente en el nivel inicial. Desde temprana edad se involucró en su experiencia de fe en la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria, más precisamente en la Acción Católica Argentina (en donde se oficializó con el escudo Azul), pasando por los distintos grupos etarios y enriqueciendo con su servicio las distintas comunidades en las que participó.
Actualmente Melina forma parte de la comunidad de JOAPAC en dicha parroquia y anima un espacio dentro de la Acción Católica junto con su esposo para adultos de más de 30 años en adelante.
Agradecemos especialmente a Benjamin (su hijo) por permitirle ser parte de este proyecto apoyando a su madre desde el silencio.
A continuación, presentamos la transcripción del episodio, que se encuentra disponible en Spotify.
Clic para escuchar el episodio
Capítulo 9: “Líbranos del mal”
Hola a todos y a todas. Quiero agradecer a Gabo y a Matías por darme este espacio para reflexionar sobre el Padrenuestro. En esta sección, me toca hablar en especial de la parte en que pedimos a Dios “líbranos del mal”.
Me parece importante, en primer lugar, como seres humanos finitos e imperfectos, sabernos expuestos constantemente al mal. Puede pasar que, quizás, lo primero que se nos venga a la cabeza en esa parte de la oración, sea el pensar que estamos clamando a Dios para que nos libre de todo mal externo, como accidentes, enfermedades, males económicos, amorosos, casi como queriendo prever que algo pase. Entonces, antes que ocurra, pedimos a Dios que nos cuide y nos ampare de esos males que pueden acechar. Pero sería poco real tomar esta oración de esta manera y, de hecho, nos veríamos defraudados constantemente al ver que los accidentes ocurren y muchos males seguramente van a tocar nuestras puertas más de una vez.
Como mencioné al principio, reconocemos seres humanos con libertad de acciones e inmersos en un tiempo y espacio en particular, nos permite contemplar la posibilidad de que puedan ocurrirnos cosas malas. Algunas se pueden prever y otras, lamentablemente, no. Sería injusto culpar a Dios por los males de la humanidad, que no están en sus manos, sino en las nuestras, en nuestras libertades humanas, capaces de causar desastres y errores. Entonces, cuando rezamos y pedimos en la oración “líbranos del mal”, la oración hace referencia a un mal que está muy cerca nuestro, mejor dicho, dentro nuestro, en nuestro corazón. Ese mal es el mal más peligroso y silencioso al que, día a día, tenemos que enfrentarnos.
Clamamos a Dios porque sabemos que Él es el único capaz de cambiar nuestro corazón. Es el único capaz de conocer y acceder a esos lugares oscuros de nuestro ser. En nuestro corazón pueden existir varios males. Existe, por ejemplo, el mal del egoísmo, que hace que siempre quiera ponerme primero por sobre el resto. El mal de no poder ver a los otros, de no tener empatía por lo que le pasa a la gente que me rodea. Y ahí, cerquita de estos que nombré, uno muy peligroso: el mal del desinterés. El desinterés del que tenemos al lado nuestro, al necesitado, pero que nuestro corazón está tan ocupado y ciego que ni siquiera le importa o se compadece de las miserias del otro.
Existe también el mal de la angustia, de la tristeza. Uno de los peores, diría Diego Canale, un párroco amigo del norte neuquino. En un corazón triste no entra la alegría de la resurrección. Solo hay lugar para las cruces, que tan ciertas y dolorosas son, pero lamentablemente se pierden del foco verdadero del sentido de la Cruz, que detrás del dolor hay siempre esperanza, resurrección, hay vida.
Por nombrar algunos otros males con los que podemos identificarnos, como el engaño, la mentira, el rencor, el odio, el deseo de venganza, devolver mal por mal, injusticia, la obsesión, la vanidad. Hay muchos males. Pero todos estos los podemos resumir en una palabra: pecados. El pecado es todo aquello que nos ata, que no nos deja ser libres por completo. Nos vuelve más bien esclavos de esos sentimientos que van oscureciendo nuestro corazón, que nos van sacando la alegría cristiana. El pecado de todo aquello que hace que nuestro corazón no esté en paz con nuestros hermanos y con Dios. Por eso le pedimos a Dios en el Padrenuestro que nos libre del pecado, que nos libre de todo mal. De ese mal que sí está en nuestras manos sacar, pero que muchas veces está disfrazado o mezclado en nuestras vidas como la cizaña, y es difícil sacarlo de cuajo. Pero no tenemos que sentirnos mal, es normal tener estos sentimientos. Hablan de nuestra condición humana. Lo que sí no tenemos que dejar es que estos males venzan en nosotros. Tenemos que lograr que nuestra voluntad de querer el bien, de querer amar, de querernos libres del pecado, gane esas batallas. Por eso le pedimos ayuda a Dios, que conoce nuestro corazón, que lo mira con amor, que nos da la fuerza necesaria, aquella fuerza que muchas veces nos falta para poder elegirlo y elegir siempre el bien.
Jesús nos dejó muchas guías para poder vencer el mal. Una de esas, que me parece súper importante tener en cuenta, es el perdón. El perdón nos ayuda a acortar distancias con nuestros hermanos, nos ayuda a sanar rencores, nos hace volver a donarnos al otro, volver a amarlo.
Por último, me gustaría compartirles un cuento cortito que dice así:
Un anciano indio Cherokee invitó a los niños de la aldea a sentarse en círculo para contarles un cuento sobre la vida, sobre los distintos caminos que podemos elegir para seguir en la vida. El indio les dijo: “Hay una batalla que siempre ocurre en mi interior y que también estará en vuestro interior. Es una gran pelea entre dos lobos. Un lobo representa el miedo, la ira, la envidia, la pena, el arrepentimiento, la avaricia, la arrogancia, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras, el falso orgullo, la superioridad y el ego. El otro lobo es la alegría, la paz, el amor, la esperanza, el compartir, la serenidad, la humildad, la amabilidad, la benevolencia, la amistad, la generosidad, la verdad y la fe”. El anciano miró a los niños y les dijo: “esa misma lucha está teniendo lugar en vuestro interior y en el de cualquier persona que está viva”. Los niños se quedaron pensando un momento y uno de los nietos le preguntó al abuelo: “¿Y cuál de los dos ganará?” Y el anciano respondió: “ganará el lobo al que más alimentes”.
Bueno, se imaginarán qué tiene que ver esto, este cuentito, con la frase de “líbranos del mal” del Padrenuestro. Creo que bien claro queda. Dios nos dará una gran mano en construir el bien en nuestra vida si se lo pedimos, pero la decisión final del bien y el mal en nuestra vida es solamente nuestra. Sepamos, entonces, que cuando oremos a Dios para que nos libre del mal, Él va a dar todo de sí para que así sea, pero nos necesita a nosotros con un corazón abierto a recibirlo, nos necesita a nosotros siempre atentos a no dejar entrar aquello que pueda corromper nuestra paz, nuestro bien, nuestro corazón. Alimentémonos de cosas buenas y quedémonos cerca de Jesús y, seguramente, cerca de Él tendremos bien lejos al mal. Saludos a todos.
Comentarios
Publicar un comentario