Podcast "Padre Nuestro, Hijo Mío" - Capítulo 4: "Venga a nosotros tu Reino" (Gabriel Lamelas Furlong)
Gabriel Lamelas Furlong es un laico de la diócesis de
Buenos Aires, tiene 22 años y es estudiantes de Teología por la UCA. Pertenece
a la Acción Católica Argentina, prestando su servicio en la parroquia Nuestra
Señora de la Candelaria del barrio de Floresta. También forma parte del equipo
de Jesús en Zapatillas como editor en el Blog y colaborando en la producción logística
y técnica del podcast.
Clic para escuchar el episodio
Capítulo 4: "Venga a nosotros tu Reino"
¡Hola a todos! ¿Cómo están? Espero que se encuentren
muy bien. Mi nombre es Gabriel, soy laico de la diócesis de Buenos Aires y hoy
vengo a compartir con ustedes mi experiencia rezando el fragmento del
Padrenuestro que dice “Venga a nosotros tu reino”.
Lo primero que se me viene a la cabeza al escuchar
esta frase es la pregunta sobre cuál es el reino de Dios. Cuando pensamos en un
reino, nuestra imaginación se dispara creando mundos de fantasía que se asocian
con historias de reyes, guerras, héroes, etc. Sin embargo, Jesús no tiene el
aspecto de un rey convencional. Él no usa corona de oro, ni vestidos costosos,
tampoco tiene un ejército, ni siquiera un caballo. Este rey, Jesús, lleva una
corona de espinas, ropa común y corriente, camina con discípulos que escuchan y
observan sus enseñanzas y entra montado en un burrito a Jerusalén. Entonces,
¿De qué reino hablamos cuando rezamos el Padrenuestro?
No podemos dudar de que uno de los mensajes centrales
de la predicación de Jesús fue el anuncio del reino de Dios. Este reino, a
diferencia de los que nosotros conocemos, no puede limitarse ni a un país ni a
un tiempo específico. Entonces, ¿Cómo se puede imaginar ese reino? ¿Puede
existir un reino sin lugar y sin tiempo específico?
Jesús usa diferentes acepciones cuando habla del
reino. Una de ellas hace referencia al tiempo, el reino de Dios que viene y el
reino de Dios que ya está entre nosotros. A primera vista, esto parece
contradictorio. ¿Por qué se dice que el reino ya está entre nosotros? Jesús
mismo lo ha manifestado con sus palabras y sus gestos, dejando claro que entre
Él y el reino existe una unidad indisoluble. Por lo tanto, la llegada de Jesús
es la llegada del reino que habita entre nosotros. Pero, al mismo tiempo, Jesús
es el que dice, en la Última Cena, que el no beberá de nuevo del fruto de la
vid hasta que lo haga en el reino de Dios. Entonces, ¿Cómo podemos entender
esto? Jesús, al comienzo de su misión en Galilea ha hecho cercano al reino,
porque Dios, a través suyo, se hizo cercano a los hombres. Pero también, antes
de su muerte, Jesús da la cita a sus discípulos para que vuelvan a sentarse
junto a Él, una vez más, en el reino de Dios. Por lo tanto, encontramos una
presencialidad y una promesa futura para vivir en el reino de Dios. Es ahora
pero también después. Es hoy pero también mañana.
Ahora la pregunta podría ser, ¿Quiénes van a entrar en
el reino de Dios? También podríamos preguntarnos ¿Estamos buscando el reino de
Dios en el presente para poder disfrutarlo en el futuro? En la perspectiva de
futuro, entrar en el reino de Dios equivale a tener vida eterna. Entonces,
¿Quiénes son el reflejo del reino en el presente? ¿Quién son los constructores
del reino? Frente a esta pregunta, Jesús nos dice que el reino de Dios es de
los pobres, los pequeños, los pecadores y los que están lejos. Pero pensemos un
poco más esto porque, a veces, haciendo una lectura superficial, podemos llegar
a entender mal el mensaje. ¿Quiénes son los pobres, los pequeños, los pecadores
y los que están lejos?
Empecemos por lo pobres. En el Evangelio según San
Mateo, en la parte de las Bienaventuranzas, escuchamos decir “Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Estos pobres
de espíritu no son aquellos que no tienen plata. Esta pobreza no tiene que ver
con lo material, porque lo material no es malo en sí mismo; lo bueno o malo
surge del uso que nosotros hacemos de ello. La pobreza espiritual hace
referencia a nuestra esencia. Por lo tanto, los pobres de espíritu son aquellos
que son o se sienten pobres, mendicantes, en lo profundo de su ser. El reino de
Dios es para los pobres, no porque estos tengan título o cualidades especiales,
sino porque Dios libera y salva a los que lo necesitan.
El reino de Dios es también para los pequeños. Cuando
hablamos de pequeños pensamos en niños. Sin duda, al hablar de niños, la
primera imagen que se nos viene a la cabeza es la del Evangelio según San
Marcos: “Dejen que los niños vengan a mí”. Jesús dice y hace esto con un
propósito. En su época, los niños, los esclavos y las mujeres eran considerados
como inmaduros e irresponsables. Jesús, ante esto, invita a que los niños se
acerquen y proclama que en el reino de los cielos entrarán aquellos que sean
como niños. A esto se contraponen las palabras de Jesús que continúan a esta
escena, donde Él expresa que será muy difícil para los ricos entrar en el reino
de Dios. Así nos damos cuenta de que el reino no le pertenece a quienes más
tienen o a quienes están mejor vistos socialmente. No hay ninguna cualidad
religiosa y ninguna actitud moral que pueda servir como mérito para entrar al
reino de Dios. Jesús reivindica la gratuidad de Dios cuando expresa que los
pequeños y los pobres son sus destinatarios.
Pero nos faltan, también, los pecadores y los que
están lejos. En el Evangelio según San Mateo y San Lucas, Jesús dice que los
publicanos y las prostitutas ya ocupan su lugar en el reino de Dios. También,
en el Evangelio según San Mateo, dice que va a venir gente de Oriente y
Occidente y se van a sentar a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de
los cielos, mientras que los hijos del reino van a ser echados al infierno.
Desde el momento en que Dios se acercó a los hombres
como Padre que libera, que acoge y perdona, cualquier persona, a pesar de su
condición miserable, puede considerarse bienaventurado, ya que fue
gratuitamente liberado, acogido y salvado.
Jesús no es solo el anunciador del reino de Dios, sino
aquel que lo lleva a la práctica, lo actúa, obligando a los que están a su lado
a tomar postura ante él.
Jesús genera escándalo. Su predicación del reino es,
para la época, una locura. Incluso hoy lo sigue siendo. Este hombre es un loco.
Yo pienso lo mismo, Jesús está loco. Pero yo quiero estar tan loco como Él. Lo
difícil es llevarlo a la práctica. Nosotros, ¿Somos constructores del reino?
¿Elegimos vivir este reino presente? ¿Nos reconocemos pobres, pequeños,
pecadores y alejados? ¿Hacemos espacio para que otros puedan ingresar al reino
o somos fariseos que discriminan quién es digno de esto y quién no? Parecen
preguntas sencillas, pero no lo son. Yo reconozco que muchas veces cierro las
puertas del reino para otros. Eso es un error, porque las puertas del reino las
abre Dios. Si yo las quiero cerrar, me las voy a estar cerrando a mí mismo
solamente.
A modo de resumen podemos decir que, cuando rezamos
“Venga a nosotros tu reino”, estamos pidiendo que Dios mismo venga a habitar
entre nosotros. Dios viene con su reino, aquel que se hace presente en la
actualidad, pero que también es la promesa futura. Es ese reino que pertenece a
los pobres, a los pequeños, a los pecadores y a los que están alejados. Sin
duda, todo esto debe ser entendido en la clave de un encuentro con Jesús, que
nos cambia la vida y nos pone en marcha para seguirlo firmemente.
Muchas gracias por escuchar y espero que este
compartir sirva para seguir profundizando el Padrenuestro y para seguir
luchando por la construcción del reino. Un abrazo grande. Me despido con una
bendición irlandesa para cada uno de los que está escuchando este podcast:
Que la tierra
se vaya haciendo camino
ante tus pasos
Que el viento
sople a tus espaldas
Que el sol
brille cálido sobre tu
rostro
Que la lluvia
caiga suavemente
sobre tus campos
Y hasta tanto volvamos
a encontrarnos
Dios te guarde
en la palma de su mano
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