¿Esclavos o dueños de nuestra creación?
Para escribir este texto me inspiré en “La Rebelión de la Naturaleza”1 de Max Horkheimer, el cual me llevó a preguntarme: ¿somos esclavos o dueños de nuestra propia creación, es decir, la tecnología? Además, utilicé dos obras que me permitieron profundizar en estos temas: el libro “¡Sálvese quien pueda!”2 de Andrés Oppenheimer y la Carta Encíclica “Laudato Si’”3 del Papa Francisco. Agradezco a María Cecilia Pastor que me acompañó en la composición y redacción de este texto.
Para comenzar a hablar respecto de este tema, tenemos que ser conscientes de que nuestro mundo actual es heredero de la Ilustración, la idea del progreso indefinido y el progreso técnico que permite avances científicos incalculables. Así como también somos herederos de la idea propuesta por Theodor Adorno, quien expresó que después de Auschwitz no se puede hacer poesía. Este momento histórico funciona como quiebre de la idealización de la razón absoluta. Así quiero remarcar que, como dice Horkheimer: “El triunfo de la razón subjetiva, formalizada, es también el triunfo de una realidad que se enfrenta con el sujeto como absoluta y arrolladora”4.
Mi intención será, por lo tanto, hacer una interpretación de las ideas que Max Horkheimer plasmó en “La Rebelión de la Naturaleza”, llevando este mismo tema a un debate actual y escuchando voces que hoy nos influencian.
El texto, ya citado, de Max Horkheimer, versa sobre temas como el de la dominación de la naturaleza, la cosificación del sujeto, la autonomía del ser humano, la dominación por amor al dominio, la significación de las cosas respecto de su valor funcional, la irracionalidad del existir humano, entre otros.
Como mencioné anteriormente, este texto se centrará en la “dominación” del hombre sobre la tecnología. ¿Por qué coloco la palabra “dominación” entre comillas? Acá quiero preguntarnos si esta dominación es real, o si nosotros terminamos transformándonos en esclavos de aquello que pretendemos dominar. Es importante hacernos eco de las palabras de Horkheimer, que dice: “Cuantos más aparatos inventemos destinados a dominar la naturaleza, tanto más debemos servir a éstos para sobrevivir”5. La pregunta sobre cómo sería o cómo funcionaría el mundo de hoy sin tecnología puede hasta horrorizarnos. ¿Qué pasaría, por ejemplo, con todos los sistemas (a nivel nacional, empresarial e incluso personal) si el sistema se cayera? Pensando rápido, ni siquiera podría estar publicando este texto a través de este medio. Y así como proponemos este ejemplo simple, ¿cuántas cosas de extrema complejidad se perderían al no poder disponer de la tecnología que actualmente poseemos? Pensar en un mundo sin tecnología en la actualidad es una fantasía, es decir, algo que en la realidad no puede existir.
De esta forma, vemos que la tecnología nos ayuda y nos sirve para mejorar nuestra vida pero, al mismo tiempo, somos dependientes de esta. Ahora bien, ¿podríamos vernos en peligro por la tecnología? Esta no es una pregunta que se haga frecuentemente. Se suele discutir si la tecnología es mejor o peor dependiendo de para qué se use, pero decir que puede ponernos en peligro es raro. Para responder esto, creo conveniente exponer las palabras de Oppenheimer: “...la Universidad de Oxford pronosticó que 47% de los empleos corren el riesgo de ser reemplazados por robots y computadoras con inteligencia artificial en Estados Unidos durante los próximos 15 o 20 años…”6. Más adelante cita los ejemplos de lo ocurrido en el último tiempo con empresas famosas como Blockbuster o Kodak, las cuales fueron desplazadas por empresas con mayor competencia tecnológica. Además, agrega que: “...Bill Gates, y el fundador de Facebook, Mark Zuckenberg, están admitiendo por primera vez que el desempleo causado por la tecnología, el así llamado desempleo tecnológico, podría convertirse en el gran conflicto mundial del siglo XXI”7. En este caso quiero volver a leer las palabras de Horkheimer, quien cita a John Dewey: “Según él, «el organismo —el yo, el 'sujeto' de la acción— es un factor dentro de la experiencia». Cosifica así al sujeto”8. Me pregunto si en este desempleo tecnológico, del cual hablan Gates y Zuckenberg, no existe una cosificación del sujeto. Este se vuelve solo un medio para obtener un fin que, a la hora de evaluar costos, velocidad, funcionalidad, entre otros parámetros, puede ser reemplazado con facilidad por una máquina. Parece como si estuviésemos hablando de cambiar un tornillo, el factor humano queda perdido detrás de las ambiciones del hombre. Pero hay que aclarar que las máquinas y la tecnología no tienen la culpa porque el que toma la decisión final es el hombre. Vuelvo a la misma pregunta con la que comencé el texto: ¿somos dominadores o esclavos de la tecnología?
También quiero tomar las palabras del Papa Francisco, que en su Carta Encíclica “Laudato Si’” nos dice: “La tecnociencia bien orientada… es capaz de producir lo bello”9. “Pero no podemos ignorar que… nos da un tremendo poder. Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien… Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la humanidad”10. Al mismo tiempo, debemos hacernos eco de las palabras de San Juan Pablo II: “la ciencia y la tecnología son un maravilloso producto de la creatividad humana donada por Dios”11. La pregunta que surge entonces es ¿el hombre está preparado para utilizar este gran poder? Romano Guardini, quien también aparece citado en la Encíclica “Laudato Si’”, dirá que: “el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto”12.
Horkheimer también dirá que: “La supervivencia —o, digamos, el éxito— depende de la adaptabilidad del individuo a las coerciones a que lo somete la sociedad”13. Podría hablar, incluso, de un darwinismo moderno, donde la supervivencia del más apto se ve relacionada con la capacidad de adaptarse a las nuevas tecnologías, para no quedar por fuera de la sociedad, algo que durante esta pandemia ha quedado más marcado que en años anteriores. Una noticia de The New York Times publicada en 2013 diría que: “Google intenta crear una nueva clase de sistemas autónomos (robots) que podrían hacer de todo, desde trabajos de carga hasta la entrega de paquetes y el cuidado de ancianos”14. ¿Esta tecnología podría resolver temas como, por ejemplo, el cuidado de los ancianos, la pobreza, las diferencias sociales? ¿O por el contrario podría empeorarlas? ¿Acaso será una adaptación progresiva? Pero… Quien no se adapte, sea por el motivo que fuese, o quien quede fuera del sistema, ¿qué podrá hacer? ¿Entraremos en un frío y calculador sistema darwiniano donde solamente sobrevive el más apto? Quizás ya estamos inmersos en eso y preferimos no mirar a los costados y darnos cuenta.
Así podemos ver, como dice Horkheimer, que “Podría parecer que el hombre actual dispone de una posibilidad de elección más amplia que sus antepasados, y en cierto sentido es así. Su libertad ha aumentado en forma notable con el aumento de las posibilidades de producción”15. Pero esta “libertad” queda mermada por la “continua coerción que las condiciones sociales modernas imponen a cada individuo”16. Esto es algo que hoy podemos notar con claridad. A pesar de que tenemos acceso a muchas más cosas y somos mucho más “libres” gracias a los sistemas operativos de la tecnología, somos totalmente dependientes de que estos funcionen bien. Si fallan, nuestro sistema podría verse colapsado. Hablando en grandes escalas, gran parte de los sistemas de bancos, hospitales, centros educativos, hoteles, restaurantes, locales de venta de distinto tipo, funcionan con tecnología. En el campo de la medicina es el lugar donde más se pueden ver los avances, muchas veces favorables, de la tecnología. Pero también es donde podemos ver cuánta dependencia tenemos de su correcto funcionamiento, porque es, en muchos casos, lo que nos ayuda a “seguir vivos”.
En este punto me pregunto cuál es la razón por la que el hombre busca el dominio. Sin pretender dar una respuesta completa frente a esta cuestión, profundamente compleja, quiero citar lo que Horkheimer expresa en su texto. Primero presenta una visión más bien “adictiva” en cuanto al dominio: “El dominio se «internaliza» por amor al dominio”17. Pero luego expresa que: “...su deseo (el del hombre) de extender su poder hacia dos infinitudes, el microcosmo y el macrocosmo, no surge inmediatamente de su propia naturaleza, sino de la estructura de la sociedad”18. Por lo tanto, siguiendo la lógica propuesta por Horkheimer, podríamos decir que el deseo de dominio del hombre, nace por la estructura de la sociedad, pero luego, este deseo de dominio se internaliza por, simplemente, el amor al poder. Creo que la pregunta que debe seguir a esta, apunta más a lo profundo, y es: ¿Cómo se utiliza el poder? ¿Cuál es el significado que le otorgamos al dominio?
Por último, quiero reflexionar sobre la idea, propuesta en el texto de Horkheimer, acerca de que lo que tiene significación se ve unido a su posibilidad de volverse funcional19. En la actualidad, la producción se ha vuelto fundamental para el acelerado desarrollo y el excesivo consumismo mundial. Por lo tanto, lo que no produce no sirve. Damos más importancia a la producción y al abastecimiento de nuevos inventos que a las personas que tenemos al lado. El Papa Francisco se ha pronunciado claramente en contra de esta “cultura del descarte”. Pareciera que el desarrollo tecnológico que hemos llevado adelante (muchas veces bueno y otras malo, como lo he expresado en este texto) no se condice con nuestro desarrollo “humano”.
¿Estoy en contra del progreso? ¿La solución es volver a un estado primordial de las cosas? O tal vez, ¿es posible pensar en una reconciliación? No estoy en contra del progreso en sí, sino de este tipo de progreso. Sueño, como dice el papa Francisco, con “un progreso más sano, más humano, más social, más integral”20.
Coincido con Horkheimer cuando dice que “una subjetivación que eleva al sujeto, al mismo tiempo lo condena”21. Encuentro a un sujeto preso de su propia autonomía, que se vuelve autómata, condenado a ser considerado como una máquina, en un paradigma mecanicista. Revirtamos esta situación, atrevámonos a hablar de humanización, a apostar por desarrollar las cualidades propias del hombre.
1- HORKHEIMER, M., (1947), Crítica de la Razón Instrumental, Oxford (Inglaterra), Oxford University Press, Capítulo III.
2- OPPENHEIMER, A., (2018), ¡Sálvese quien pueda!, Buenos Aires (Argentina), Debate.
3- FRANCISCO, Carta Encíclica Laudato Si’, (24 mayo 2015).
4- HORKHEIMER, M., (1947), Crítica de la Razón Instrumental, Oxford (Inglaterra), Oxford University Press, 106.
5- Ibíd.106.
6- OPPENHEIMER, A., (2018), ¡Sálvese quien pueda!, Buenos Aires (Argentina), Debate, 11.
7- Ibíd. 12.
8- HORKHEIMER, M., (1947), Crítica de la Razón Instrumental, Oxford (Inglaterra), Oxford University Press, 103.
9- FRANCISCO, Carta Encíclica Laudato Si’, (24 mayo 2015), 103.
10- Ibíd. 104.
11- JUAN PABLO II, Discurso a los representantes de la ciencia, de la cultura y de los altos estudios en la Universidad de las Naciones Unidas, Hiroshima (25 de febrero de 1981), 3: AAS 73 (1981), 422.
12- GUARDINI, R., Das Ende der Neuzeit, Würzburg 19659, 87 (ed. esp.: El ocaso de la Edad Moderna, Madrid, 1958, 111-112).
13- HORKHEIMER, M., (1947), Crítica de la Razón Instrumental, Oxford (Inglaterra), Oxford University Press, 105.
14- MARKOFF, J., Google Adds to Its Menagerie of Robots, The New York Times, 14 de diciembre de 2013.
15- HORKHEIMER, M., (1947), Crítica de la Razón Instrumental, Oxford (Inglaterra), Oxford University Press, 107.
16- Ibíd. 108.
17- Ibíd. 104.
18- Ibíd. 118.
19- Ibíd. 104.
20- FRANCISCO, Carta Encíclica Laudato Si’, (24 mayo 2015), 112.
21- HORKHEIMER, M., (1947), Crítica de la Razón Instrumental, Oxford (Inglaterra), Oxford University Press, 103.
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