La creación según el relato del Génesis, ¿una mentira?
Muchas veces surge la pregunta acerca de la veracidad de los escritos bíblicos. Y muchas otras se intenta oponer a la ciencia y a la religión. Esto nos es común a todos. Lo escuchamos en los medios, en personas que no creen en la religión, e incluso en aquellas personas que, teniendo fe, creen que esta va en contra de los avances científicos.
Este texto, quizás distinto a los que suelen publicarse en este blog; pero intenta dar, de una forma muy simple y hasta donde nuestros conocimientos nos permiten, una respuesta acerca de esta realidad.
El texto comenzará con la exposición, por separado, del texto bíblico que relata el acontecimiento de la creación, y de las teorías científicas, actualmente vigentes, sobre este tema.
El texto bíblico que se presentará es el de Gn 1,1-2,4a, siempre teniendo en cuenta y explicando que existe otro relato de la creación, que se encuentra en los versículos que le continúan al relato propuesto.
Las teorías científicas que se presentarán, siempre teniendo en cuenta nuestra limitación para abarcar completamente este campo, serán: la teoría del Big-Bang y algunas posturas actuales como las que pregonan Richard Dawkins (etólogo, zoólogo, biólogo evolutivo y divulgador científico británico) Lawrence Krauss (doctor en Física Teórica por el Instituto Tecnológico de Massachusetts y en la actualidad es director del Proyecto Orígenes en la Universidad Estatal de Arizona) y el difunto Stephen Hawking (físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico). También se tendrá en cuenta un fragmento de un debate (1) entre el ya mencionado científico, Richard Dawkins, y el cardenal George Pell.
Para comenzar esta exposición sobre la creación, debemos tener en cuenta algunos factores que configuran al relato bíblico.
Primero debemos aclarar que el Génesis, a pesar de ser el primer libro de la Biblia, no fue el primero en ser redactado sino, más bien, uno de los últimos del Pentateuco. Este relato pertenece a la fuente sacerdotal (P), escrito por exiliados regresados del destierro, que tuvieron contacto estrecho con babilónicos, lo cual influyó mucho en su relato. Más adelante retomaremos este tema, pero antes queremos centrarnos en el motivo que llevó a que se redactara el Génesis.
Este texto no buscó brindar una explicación científica sobre el origen del cosmos, sino más bien dar una explicación acerca del origen de Israel y de su alianza con Dios. Al ser un pueblo rodeado de grandes potencias, como fueron Egipto o Mesopotamia, su reacción para equiparar su grandeza fue la de tomar, copiar, adaptar e integrar las grandes ideas de estas culturas. El Génesis intentaba demostrar que, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob es el creador del universo. “El Dios de Israel no es un dios particularista, sino universalista; su benevolencia no se circunscribe a esa mínima porción del mundo que es el pueblo judío, sino que se extiende al entero cosmos” (2). Este relato del Génesis (Gn 1, 1-2, 4a) representa la única cosmogonía, estrictamente hablando, de la Biblia. Este suceso creacional, daba comienzo a la historia de la salvación.
Retomemos el tema de la influencia babilónica de este texto. Es necesario aclarar, primero, que no se encuentran relatos israelitas del Génesis, o sobre la pregunta del origen del cosmos, en la etapa previa al exilio. El edicto de Ciro, proclamado en el año 538 a.C., permitió que los israelitas exiliados pudiesen regresar a su patria. Luego de haber convivido y aprendido sobre la cultura babilónica, el hagiógrafo la tomó para iniciar su propia redacción. El relato del Génesis encuentra muchas similitudes con el relato babilónico Enuma Elis. Sin embargo, Israel, al proclamar a su Dios como creador del mundo, genera un cambio fundamental en la historia de este pueblo. Así, el relato de la creación del mundo pertenecía a Israel y no a otro pueblo que le tuviese que “explicar” el origen del cosmos. El relato de la creación que estamos exponiendo (Gn 1,1-2, 4a) presenta diferencias marcadas por esta influencia babilónica, respecto del segundo relato de la creación, el cual presenta características propias de Israel (por ejemplo: en el primer relato, Dios aparece como un rey que dá órdenes, mientras que en el segundo relato aparece como un artesano). “Antes de ser fijados por escrito, los materiales empleados en Gn 1-11 se transmitieron por tradición oral como unidades independientes” (3).
El autor de este texto “quiere ofrecer una doctrina sobre la relación del mundo con un Dios que no es el héroe de las cosmogonías paganas ni un ser ensimismado y lejano, ajeno y extraño a nuestra historia, sino el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, que ha creado y elegido a Israel para la alianza y del que todo —no sólo la historia, sino también la naturaleza— depende” (4).
Finalizada nuestra breve introducción al tema, creo importante mencionar algunos detalles que permiten un panorama más completo acerca de este relato. El primer detalle es el de la fijación de los días de la creación en 6, utilizando el día séptimo (asociado con el sábado) para el descanso. Esto es “signo de la alianza según Ex 31,13.16-17” (5). El segundo detalle a destacar es la malinterpretación que siempre surge respecto del versículo 28 del capítulo 1 de este texto (“Después los bendijo Dios con estas palabras: «Sed fecundos y multiplicaos, henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra.»”). Esta dominación debe ser entendida “acorde con el proyecto creador de Dios y no, en cambio, contradictorio con él” (6). Aquí debemos recordar las palabras que el Papa Francisco nos dice en el artículo 116 de su Carta Encíclica Laudato Si’: “... el concepto del ser humano como «señor» del universo consiste en entenderlo como administrador responsable” (7). El tercer detalle que considero importante es que, en el Génesis, el amor es el verdadero origen de la creación, a diferencia de otros relatos míticos donde el origen surgía de la lucha y el poder.
Para finalizar esta presentación del relato bíblico de la creación quiero tomar las palabras del libro Teología de la Vida: “Aunque no haya nada más lejano a una concepción de una evolución biológica en la mente del autor de este texto; sin embargo, se puede percibir una cierta progresividad en la creación de los seres que, intuitivamente, aproxima la narración a una cierta visión filogenética de la vida. En efecto, desde la aparición de un escenario físico se pasa a la de la de seres existentes simples, y se va a arribando hasta los de mayor complejidad. Sin ser evolucionista –el hagiógrafo ignoraba una teoría aparecida recién en el siglo XVIII y XIX DC- existe una visión de la vida que la percibe en un proceso de una creciente complejidad” (8).
A continuación se presentarán las teorías científicas del Big Bang y algunas teorías actuales propuestas por los científicos Richard Dawkins, Lawrence Krauss y el difunto Stephen Hawking.
Antes de comenzar con esta exposición, me parece adecuado hacer algunas aclaraciones.
Primeramente debemos aclarar la relación que existe entre ciencia y religión, haciendo aquí un recorrido histórico. Nosotros debemos apostar a no verlas como incompatibles. No debemos hablar de “ciencia o religión” sino, más bien, de “ciencia y religión”. Debemos dejar de lado la idea de que la religión implica retrasos científicos o tecnológicos.
Sin lugar a dudas, debemos destacar las diferencias entre las formas de acceso al conocimiento entre una materia y la otra. El conocimiento religioso pertenece al ámbito del conocimiento revelado o “a priori”, y la ciencia (entendida como la actividad humana de investigación del mundo natural) pertenece al ámbito del conocimiento “a posteriori”. Dentro del ámbito religioso, la religión corresponde al conocimiento espontáneo, las ciencias de la religión al campo de las ciencias, la filosofía de la religión al campo de la filosofía de las ciencias, y la teología al campo de la ontología o la metafísica.
Sin embargo, y habiendo hecho esta distinción, no podemos decir que sean incompatibles. La Iglesia católica ha optado, en general, por una unidad entre la razón y la fe. Esto lo podemos ver, por ejemplo, en el gran número de universidades creadas por esta institución. O también en la Carta Encíclica Fides et ratio (Fe y razón) del Papa Juan Pablo II. Además, cabe destacar que los formuladores de la teoría heliocéntrica fueron creyentes. “Copérnico fue canónigo de una catedral alemana; Kepler añadió capítulos sobre la concordancia entre el heliocentrismo y la lectura bíblica; y Galileo Galilei intentó deslindar la lectura de los pasajes bíblicos sobre la naturaleza del sentido salvífico de la Revelación” (9). También “Hubo otros notables científicos modernos que continuaron siendo creyentes: Pascal, Nicolás de Cusa, Newton, Mendel, entre otros. Sin embargo, en parte debido a la postura adversa al heliocentrismo de las iglesias luterana y católica y, posteriormente, al conflicto con el evolucionismo, fue imponiéndose la idea de que entre religión y ciencia había un abismo” (10).
Agregando un poco más de información al tema, e intentando no extenderme demasiado, creo necesario escuchar las palabra de Santo Tomás de Aquino acerca de su visión de la unión entre ciencia y religión. Santo Tomás, en su Suma Teológica, dice: “La doctrina sagrada es ciencia. Pero adviértase que hay dos géneros de ciencias. Unas que se basan en principios conocidos por la luz natural del entendimiento, como la aritmética, la geometría y otras análogas, y otras que se apoyan en principios demostrados por otra ciencia superior, como la perspectiva, que se basa en principios tomados de la geometría, y la música en los demostrados en la aritmética, y de este modo es ciencia la doctrina sagrada, ya que procede de principios conocidos por la luz de otra ciencia superior, cual es la ciencia de Dios y de los bienaventurados. Por consiguiente, lo mismo que la música acepta los principios que le suministra el aritmético, así también la doctrina sagrada cree en los principios que Dios le ha revelado” (S.Th. I, 1,2). Y además, agrega: “Lo que constituye la diversidad de las ciencias es el distinto punto de vista bajo el que se mira lo cognoscible. El astrónomo, por ejemplo, demuestra la misma conclusión que el físico, la redondez de la tierra; pero el astrónomo lo hace empleando medios matemáticos, que prescinden de las cualidades de la materia, y el físico usa medios materiales. Por esto, no se ve inconveniente en que las mismas cosas que estudian las disciplinas filosóficas, en cuanto asequibles con la luz de la razón natural, se ocupe también otra ciencia en cuanto que son conocidas con la luz de la revelación divina. Por consiguiente, la teología que se ocupa de la doctrina sagrada difiere en género de aquella otra teología que forma parte de las ciencias filosóficas” (S.Th.I, 1, ad 2).
Habiendo aclarado la distinción pero no por ello falta de compatibilidad entre ciencia y religión, comienzo a exponer las teorías ya mencionadas.
Comenzamos por la teoría del Big Bang. En este punto debemos mencionar a quien fue el formulador de esta teoría: Georges Lemaître. “Georges Henri Joseph Édouard Lemaître fue un sacerdote belga, jesuita, matemático, astrónomo y profesor de física en la sección francesa de la Universidad Católica de Lovaina. Recientemente, la ley de ley de Hubble pasó a ser llamada «Ley de Hubble-Lemaître» por la International Astronomic Union” (11). “La teoría estándar del Big-bang, por una parte, ha puesto un límite temporal en los orígenes del universo, así como la idea de que hay una singularidad inicial. A su vez, se ha establecido como teoría admitida por la mayoría de la comunidad científica que el universo comenzó en este punto inicial hasta el presente una dinámica inflacionaria, en modo tal que el universo continúa en expansión” (12). El que el universo tenga un comienzo permite explicar que este necesita de un impulso creador. Aquí podríamos hablar de la teoría del Primer Motor Inmóvil, propuesta por Aristóteles. Este Primer Motor Inmóvil es la causa de las causas, algo de la que también Santo Tomás de Aquino expone en su Suma Teológica, específicamente en las cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Esta idea propone que si uno se remonta a la primera causa, que da origen a todas las demás, llegaría hacia Dios. Sin embargo, no podemos menospreciar que “La teoría del Big-bang podría modificarse en el futuro y ser sustituida por otra que, por ejemplo, retornase a ideas de eternidad del universo –las más frecuentes en la historia del pensamiento-” (13).
En este punto, ya habiendo hablado sobre la teoría del Big Bang, su formulador, su concesión para entender que el universo tiene un origen, y su posible modificación por ser una teoría, cabe hablar de quienes, hoy en día, sostienen que el universo pudo haberse creado de la nada y ser eterno. Estos son los científicos ya mencionados, Richard Dawkins, Lawrence Krauss y Stephen Hawkinhg.
Estos tres científicos se han declarado ateos. Incluso, algunos, como Richard Dawkins, tienen una “campaña de ateísmo”. ¿Qué quiero decir con esto? Además de mostrar un gran nivel de estudio, muestra un gran nivel de “marketing” con su imagen. Esto lo digo sin intentar ser despectivo de su figura, dado que incluso sigo atentamente lo que él propone.
Dejando esos datos de lado, pasamos a hablar del ámbito científico. Estas tres personas han hablado del “Dios de los vacíos”. Incluso, Dawkins tiene un libro llamado El Espejismo de Dios, donde explica un poco más acerca de este pensamiento. El “Dios de los vacíos” sería la inclusión de Dios en aquellos lugares donde la ciencia aún no tiene respuestas. Por ejemplo: ellos hablan del “Dios de los vacíos” cuando decimos que Él es el creador del universo. En su forma de pensar, nosotros incluímos a Dios para poner respuestas donde la ciencia no ha llegado.
La teoría que estos tres científicos defienden es la de la creación desde la nada y la eternidad del universo. ¿Qué sería la nada para ellos? La anulación entre la materia y la antimateria. Lawrence Krauss explica que si este proceso pudiese ir en reversa permitiría la generación de materia y antimateria. Sin embargo, esta teoría todavía está en elaboración. Al no ser físico ni matemático no puedo entrar de lleno en esta cuestión pero sí podemos dar una respuesta a esta creación desde la nada.
Contundentemente podemos decir que Dios ha creado desde la nada. Esto es, la creatio ex nihilo, que encuentra sus antecedentes en algunos textos bíblicos como: 2 Mac 7,28, Gn 1,1 e Is 44,2-4. Podemos hablar entonces de un Dios que “ha creado, sin algo previo, el universo y la vida” (14). Cuando hablamos de Dios, estamos hablando de Alguien que está por fuera del tiempo y el espacio, está por fuera de lo que podemos abarcar, es superador. Esta concepción no es moderna ni una apología contra la teoría de la creación desde la nada sino que, como hemos visto, viene desde escritos del Antiguo Testamento y también desde las concepciones griegas sobre la divinidad.
Como conclusión de esta exposición, quiero remarcar dos cuestiones. La primera es la buena relación que debe existir entre ciencia y religión, siendo compatibles una con otra. Y la segunda es que el relato de la creación bíblica, como hemos visto, no contradice a las teorías actuales sobre este suceso. Así como tampoco estas niegan la existencia de Dios como creador del universo.
En esta línea quiero remarcar las palabras del texto Ciencia y religión. Perspectivas históricas, epistemológicas y teológicas: “Después de un par de siglos de extremo distanciamiento, se ha producido una cierta distensión, motivada -entre otras razones- por un movimiento denominado genéricamente ―ciencia y religión (Science and Religion)-. Este movimiento está conformado por científicos, filósofos, educadores y creyentes de varias confesiones, y ha sido acompañado por algunas instituciones académicas creadas específicamente para este fin” (15).
No se debe ser fundamentalista. No podemos creer que el mundo se creó como lo narra el Génesis. Incluso, ya sabemos que la intención del hagiógrafo no fue dar una explicación del origen del cosmos. Y tampoco podemos afirmar completamente todo lo que dice la ciencia. Además, sus investigaciones no quitan la posibilidad de la existencia de un Dios, sino que, más bien, la confirman. La ciencia también tiene algo de fe ¿Quién ha visto un átomo? Y sin embargo creemos y afirmamos que existen.
Para hacer una profundización sobre estos temas pueden visualizar algunos minutos del debate entre Richard Dawkins y George Pell, llevado a cabo en el programa Q&A de la cadena televisiva ABC. Quedan especificadas las secciones donde se habla de estos temas (16).
https://www.abc.net.au/qanda/religion-and-atheism/10661470 / https://www.youtube.com/watch?v=-vj4falKEw4 (Versión traducida al castellano)
Ruiz de la Peña, J. L., (1988), Teología de la Creación, Bilbao (España), Sal Terrae. Página 47.
Ibíd. Página 33.
Ibíd. Página 37.
Ibíd. Página 32.
Florio, L., (2015), Teología de la Vida, Buenos Aires (Argentina), Ágape. Página 46.
Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’, (24 mayo 2015), 116.
Florio, L., (2015), Teología de la Vida, Buenos Aires (Argentina), Ágape. Página 47.
Florio, L., Ciencia y religión. Perspectivas históricas, epistemológicas y teológicas. Página 11.
Ibíd.
Ibíd. Página 90.
Ibíd. Página 89.
Ibíd.
Florio, L., (2015), Teología de la Vida, Buenos Aires (Argentina), Ágape. Página 70.
Florio, L., Ciencia y religión. Perspectivas históricas, epistemológicas y teológicas. Página 12.
https://www.abc.net.au/qanda/religion-and-atheism/10661470 (Minutos 7:22 a 13:32 y 21:15 a 36:15) / https://www.youtube.com/watch?v=-vj4falKEw4 (Versión traducida al castellano) (Minutos 07:09 a 13:18 y 21:02 a 36:00)
Bibliografía referida
Florio, L., (2015), Teología de la Vida, Buenos Aires (Argentina), Ágape.
Ruíz de la Peña, J. L., (1988), Teología de la Creación, Bilbao (España), Sal Terrae.
Ska, J. L., (2012), Introducción al Antiguo Testamento, Santander (España), Sal Terrae.
Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’, (24 mayo 2015).
Florio, L., Ciencia y religión. Perspectivas históricas, epistemológicas y teológicas.
Biblia de Jerusalén (4ta edición).
Dawkins, R., (2006), El Espejismo de Dios, Barcelona (España), Espasa.
Juan Pablo II, Carta Encíclica Fides et ratio, (14 septiembre 1998).
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