Viernes Santo: "¿Cual es tu verdad?".



No es un juego de palabras. Tampoco es una revelación. Todos construimos a lo largo de nuestra experiencia muchas verdades. Verdades por las cuales te la jugaste y perdiste, verdades que internamente sabías que no lo eran pero sin embargo no quisiste “desentonar”, verdades que te llevaron a ser criticado, en fin, verdades que sirvieron como disparador.

El Viernes Santo se condice con esta experiencia de la muerte, como un tiempo quieto, que recorta, que separa, que establece el mayor límite de todos. Y es así que el Viernes Santo es como una especie de juego de tensiones entre las “verdades” que a uno lo hacen sentir cómodo y estable, y Las Verdades que de tan abarcativas y feroces que son, nos pasan por arriba de forma demoledora y en muchas oportunidades sin darnos tiempo para reaccionar. Es interesante poder descubrir esas verdades que nos sobrepasan, porque seguramente atrás de ellas hay acciones concretas para aprender a amar y conectarnos con el otro de una forma distinta; siendo el claro ejemplo la Cuarentena actual en la que sabemos que tenemos que estar en casa restringidos de cualquier reunión social para cuidarnos entre todos. Esa quizás es nuestra Verdad hoy en día.

Verdad que seguramente te limitó en tus planes u objetivos, Verdad que te despertó sentimientos de angustia o ansiedad, pero Verdad en fin.
Una de las tantas preguntas que quizás deberíamos perfilar este Viernes Santo tiene que ver con la verdad que yo construyo y La Verdad que nos sobrepasa. Pero no como un acto de menospreciarnos, o buscar las cosas que hicimos mal, porque para eso existen otros medios celebrativos para abarcarlos y sentirnos abrazados por Dios; sino más bien para poder llegar al eje de la cuestión del Viernes Santo.

El propio Poncio Pilatos, este mismo día, le pregunta a un Jesús que no se cansa de amar hasta con las respuestas “¿Qué es la Verdad?”.
Pero Jesús tampoco se cansa de amar en los silencios, y es por eso que elige no contestar absolutamente nada. De hecho, ¿Te imaginas lo que hubiese ocurrido si hubiese habido una respuesta? ¿Alguien de nosotros está realmente “entrenado” o “capacitado” para recibir la Verdad de Dios de forma sencilla?
Este es el ejercicio verdadero del Viernes Santo. Preguntar/nos/le a Jesús ¿Cuál es La Verdad?, pero sin esperar una respuesta, sino más bien para estar abiertos a la experiencia de esa Verdad que nos puede llegar a sobrepasar, entristecer, extrañar o hasta horrorizar (como lo es el misterio de la Cruz) pero que nos deja seguros de que el amor entregado es la única forma para caminar con Dios en todo trayecto de la experiencia de La Verdad.

Y para cerrar, el ejemplo que más mueve es como nosotros celebramos litúrgicamente este día tan lleno de Verdad. Si tuviésemos la celebración normal, seguramente haríamos la fila para besarle los pies al Cristo Crucificado. “La verdad” de ese gesto es simplemente ir de forma  ordenada a besar una madera entallada en símbolo de respeto y agradecimiento.
Pero La Verdad de ese gesto es tratar de besarle los pies a cada Cristo Crucificado que encontramos todos los días en nuestras casas (con nuestros enfermos, con el que sufre, con el que nos pide ayuda), en las calles (con el que te tiende la mano) o en los contextos que te animes a pensar y que vos también transitas.
Solamente La Verdad es Verdad cuando te empuja hacia una experiencia. Sino, es “verdad”.

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