Disculpen Las Molestias...
Papa Francisco. Christus Vivit 297. 2 de abril de 2019.
Disculpen Las Molestias...
Hay ciertos momentos en la vida del que sigue a Jesús que lo ponen incómodo. De hecho, creo que cuando esa incomodidad aflora es porque Él mismo quiere decirte algo, deconstruir algo en cada uno de nosotros.
Argentina se convirtió, considerando los últimos años, en un escenario de polarización binario y violento. Que si votas a este, o votas al otro; que si te ponés este pañuelo o te ponés el otro... Ni siquiera se pudo jugar un partido de fútbol, que lo tuvieron que llevar a otro continente, porque acá... Acá no se pudo jugar.
Estas cuestiones que parecen ser del índole natural e incuestionables llevan a muchos "poderosos de turno" a encubrir necesidades y negocios de los cuales intervienen solo unos pocos, mientras que la "lucha común" se adhiere en muchos hermanos nuestros que movidos por el sentido de pertenencia, de justicia social, o a veces por inercia toman la causa como propia e incuestionable.
Y mientras tanto, los postergados de siempre siguen siendo los postergados de siempre.
No cuestiono en absoluto los motivos y los pensares que cualquiera pueda tener y son rotundamente válidos.
Lo que si cuestiono es la necesidad de absolutizar "porque si".
Lo que si me molesta, me lastima y me angustia es la separación que se está viviendo como sociedad hoy en día, y la violencia que eso acarrea.
Lo que si cuestiono es la falta de discernimiento que provoca un contraste que, parece, irremediable a simple vista.
Amigos que se pelean, familias que se separan, críticas álgidas que no construyen absolutamente nada. Esas cosas son las que estamos viviendo hoy en día.
Pero los postergados de siempre, ¿Sabés qué? Siguen postergados.
Entonces es ahí cuando me quiero correr de amoldarme en algún lado de este versus eterno binómico.
Es ahí cuando encuentro que hay muchas cosas que se nos están pasando de lado, quizás hasta mucho más importantes, que ni siquiera estamos viendo.
Es ahí cuando me doy cuenta, sinceramente, que estar apoyado en algún lado de la balanza, genera una comodidad de la que nunca quiero ser parte.
Porque creo que hoy en día, es más fácil absolutizar en bloque causas que se disfrazan de comunes o naturales que acompañar procesos personales y unitarios, desde un cara a cara, de abrazo a abrazo, en donde no hay tiempo ni terreno para una estadística ni un arrebato violento.
Ser libre es un regalo de Dios inmensurable, un regalo que se nos rebasa de las manos y que nos pone a cada uno de nosotros en situación de respuesta, cuasi inmediata. Creo que es un atentado a nuestra propia libertad humana encuadrarse en un lugar del binomio violento que parece ser el país. Y no estoy hablando de un pañuelo o un voto, eh... Estoy hablando de cosas mucho más profundas y personales.
Porque cuando no hay pregunta, no hay movimiento ni dinamismo, por lo tanto, hay quietud. Y no creo que nuestro Dios sea un Dios de la quietud, sabiendo que se hizo hombre para trabajar como cada uno de nosotros lo hace.
De lo que hablo es de la poca capacidad de poder descubrir un valor que viva en lo que parece distinto y opuesto en principio, no pudiendo así ser conducidos a una verdad que nos hermane.
Ojalá que como personas que quieren seguir a Jesús, y todo aquel que tenga buena voluntad sin creer estrictamente en alguna religión, podamos acompañar el proceso de cada uno, sin absolutizar, sin mirar que pañuelo lleva puesto o a quien votó.
Desde ese lugar de compañerismo se puede caminar juntos hacia un acuerdo común mucho más rico que desde la división mediática/social/política que estamos atravesando como sociedad y favorece a los privilegiados (de siempre).
Y es entonces, quizás, cuando los postergados de siempre puedan tener un espacio. Pero no ese espacio de cuento de hadas, superfluo, a lo Disney en el cual haya una redención sanadora. Sino un espacio real que proviene ni más ni menos desde un corazón a otro, desde un sentir a otro, desde un hermano a otro, desde dos personas que se sanan entre si.
Disculpen las molestias. Solo estoy incómodo. Y no me incomoda estarlo.
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